¿Por qué el sector eléctrico colombiano requiere de una profunda reingeniería?

Rodrigo Villamizar

El autor fue Ministro de Minas y Energía de Colombia, Embajador, es Chairman de Borametz Group (USA), Presidente de la Junta Directiva de Deinland y Kaiserwetter Energy Asset Management (Hamburgo), Codirector de The Legacy Group of Washington DC, profesor Visitante de la U de San Diego y de IEB-Complutense de Madrid.

La iglesia del Loretto de la ciudad de Santa Fe en Nuevo México, EE. UU., ofrece un par de lecciones para el sector eléctrico colombiano. En la capilla no solo asustan sus fantasmas, sino que, su ya famosa escalera, encierra un gran misterio: no se sabe quién la diseñó, cómo se construyó, ni cómo ha logrado sostenerse sin una estructura firme por más de 140 años.  El nuevo Ministro ya sabe cuál será el mayor susto de su mandato: el fenómeno de El Niño;  y el misterio que deberán resolver, como el de la escalera del Loretto, será entender quién diseñó la regulación del sector eléctrico, cómo se construyó y cómo ha logrado sostenerse sin una estructura firme y coherente.

Se debe reestructurar la regulación para equilibrar el sistema, eliminar la posibilidad de un apagón y encontrar la forma de torcer el pescuezo de los exorbitantes precios de la Bolsa (los cuales se han multiplicado por 5,4 en los últimos meses y llegaron a estar el 40% por encima del precio de escasez), y controlar los vertimientos de agua donde se “bota energía”. El alza de tarifas en todo el país en estos días, derivado de estos exorbitantes precios de generación, añade combustible a la hoguera. La medusa de problemas que incluye El Niño y la brecha creciente entre demanda y oferta requieren la construcción de una nueva escalera para el sector.

No migrar desde una política energética restrictiva a una expansionista nos llevará a caer en la trampa del ratón. Lo cual se logra transformando el marco regulatorio, y la matriz energética cumpliendo con los 3 principios constitucionales de universalidad, eficiencia y equidad. Hoy estamos lejos de cumplir con la universalidad cuando el 18% de la población colombiana (22% en Bogotá) se ubica debajo de la línea de “pobreza energética”, tampoco se cumple con la eficiencia cuando las tarifas se determinan mediante un sistema “marginalista” que nada tiene que ver con lo que define el principio fundamental de la economía: P=CM (que el Precio de todo bien o servicio debe ser igual al Costo Marginal de producirlo). Y tampoco se cumple con la equidad cuando los colombianos pagamos más de cuatro veces lo que paga un ciudadano americano, japonés o francés y las comercializadoras se están quebrando por los altos costos de generación que deben pagar.

A diferencia de la escalera del Loretto, para el sector eléctrico solo hay un problema por resolver: ¿Cómo poner base firme y sólida al sistema regulatorio?.

No será un camino fácil de recorrer, pero conducente a asegurar justicia energética a los hogares colombianos, sacar a flote las empresas al borde de la insolvencia, reestructurar los compromisos introducidos por la Opción Tarifaria y, de paso, minimizar la probabilidad de un generalizado apagón como el de 1992-93. Además, pasar a un esquema de costos declarados para reemplazar el marginalista y eliminar la especulación en los precios de bolsa, introducir sistemas de contratación entre agentes como los Contratos por Diferencia de gran acogida en otros mercados; creando incentivos para aumentar el almacenamiento energético a través la opción hidráulica llamada “almacenamiento por bombeo”, que representa hoy día el 96% de todo el almacenamiento de energía mundial; utilizando opciones de hedging en contratos y en garantías; emitiendo bonos como lo han hecho Chile y México, para dar oxígeno financiero al gobierno y a los agentes de la cadena de suministro; creando un mercado de “futuros” para fortaleza de todo el sistema y mayor confianza de inversionistas. 

Hasta la fecha, como en el acertijo de Loretto, nadie responde de dónde radican las verdaderas falencias de diseño del entramado regulatorio y cómo ha hecho para sostenerse sin bases firmes por tanto tiempo. La realidad es que, desde que fui director de la CREG, en colaboración con el Dr. Jose Antonio Ocampo y el Dr. Guillermo Perry, prácticamente nada ha cambiado. Por ello, el peor susto no proviene de las interrupciones del suministro de electricidad, cortesía de El Niño, o de una rebelión masiva de consumidores en protesta por las tarifas. Es el susto de mantener viva una mala regulación, una que no permita resolver las decisiones que mantienen al país como un caballo tirado sobre el camino, que se sabe que aún vive porque de vez en cuando mueve un ojo.

Te puede interesar

Si te gustó este artículo... ¡puedes compartirlo!

Facebook
Twitter
LinkedIn